domingo, 18 de abril de 2021

Los espíritus de las aves

Adulto/niño es una de las falsas dicotomías que hay que combatir. Es un retroceso en campos como el de las artes, donde crea categorías separadas como Literatura Infantil y Literatura Adulta, tan opresoras como las de Literatura para Mujeres y Literatura para Hombres. 

Creo en la interseccionalidad como herramienta para acabar con las barreras de género, clase y, por descontado, edad. Por este motivo, leo con cariño dos publicaciones distintas que ahondan en los lazos entre niños y adultos, más accesibles en el seno familiar, pero que deberían ampliarse a toda la comunidad.


"Literatura nativa em família" (Editora Cintra, 2020) es todavía un comienzo en sus apenas 40 páginas de textos, dibujos y fotografías. Olivío Jekupé, uno de los más activos protagonistas de la literatura indígena contemporánea, inaugura aquí el mundo de posibilidades que ofrece la escritura en familia. Sus hijos han crecido escuchando en casa las narraciones orales guaraníes, de las que su madre, Maria Kerexu, es contadora magistral. 

El cuaderno incluye la transcripción de uno de esos relatos maternos (sobre el origen del maíz) e incorpora otros tantos de cada uno de los miembros de la familia, desde el más pequeño Jekupé Mirim, al mediano Tupã Mirim y el mayor de los tres, Jeguaka Mirim, que a sus 18 años ya es autor de dos libros y tiene gran repercusión como agitador social con el nombre de Kunumi MC.

Por su parte, "Kumiça Jenó - Narrativas poéticas dos seres da floresta" (Underline Publishing, 2021) es el más reciente de los cuatro libros de Márcia Kambeba. Esta vez, la autora se centra en una serie de poemas narrativos en los que recrea personajes encantados de la cosmogonía amazónica, que le fueron legados en la aldea por sus bisabuelos y abuela, cuando los niños se reunían con los mayores para escuchar historias al caer la noche.

Márcia recrea esas historias de la tradición oral, transmisoras de conocimientos ancestrales, mientras refuerza su impacto en la memoria con la ayuda del ritmo y de la rima y, al mismo tiempo, las renueva. Por ejemplo, la bruja Matinta que aterroriza con su siniestro silbido agorero en la medianoche amazónica, adquiere características menos aterradoras, transformada en una mujer que solo busca compañía. 

Y es que Márcia aprendió a amarla cuando de niña escuchaba su lamento, que marcaba la hora entrañable de recogerse e ir a dormir. La Matinta que Márcia nos transmite es un ser protector y, como tal, se enfrenta a los cazadores y otros destructores del mundo natural. 

Al igual que Olívio Jekupé y su familia, Márcia Kambeba trabaja la interseccionalidad con la aportación artística de su hijo de 11 años, Carlos Augusto. El niño, en tratamiento de su condición de autista, usa el dibujo y la pintura en tela como vía de comunicación. Quiero felicitar a ambos, pues la comprensión y empatía que demuestran sus maravillosas ilustraciones y portada del libro son del todo ejemplares.

La abuela de Márcia fue también pajé, sanadora y orientadora espiritual de la aldea. Inspirado en la libertad de la autora, pido licencia para traducir en español uno de sus poemas, en los que se recuerda el singular poder de las almas bondadosas.

 

Los espíritus de las aves

 

La Naturaleza encantada
se transforma por amor.
A todos nos da lecciones
de canto coral y orquestación.
Para ahuyentar el peligro, en mujer se convirtió.

En árbol se hace visible
y busca lo imposible
para así reafirmarse.
Quiere ver aves cantando,
la pereza paseando,
despacito y sin cansarse.

Pero el hombre en su crueldad
no percibe esta belleza.
Se halla señor de la realeza,
dueño del bien y del mal.
Su casa, una fortaleza.
Transforma todo en ciudad.

En la cultura indígena,
cada pájaro tiene su espíritu
y sabe lo que piensa su agresor.
Por eso vuelan lejos del fuego,
siempre en bandadas que luego
emigrarán con valor.

Cuando ven un alma pura
que ansía comunicación,
entonces se dejan ver.
Toman forma humana, se aproximan
y escuchan el corazón
de quien ofrece amor, bondad y conexión.

Los espíritus de las aves
conversan con el pajé,
con los seres encantados,
guardianes del bosque y su espesura
que el hombre no puede ver
pues su corazón está frío.
Como piedra, su alma es dura.

Y se tienen que esconder,
los pájaros en constante peligro.
Libres, alegran la vida,
y si encuentran el cariño
cantan, silban, hacen sus nidos.
No quieren estar solitos.
Por eso conversan con el alma de los niños.
Los pájaros traen la paz, la luz y la esperanza en el camino.

 




--un poema de Márcia Kambeba

--versión española de Tive Martinez

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